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Romanticismo

El Romanticismo es un movimiento cultural que se originó en Alemania y en Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra la Ilustración y el Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Es considerado como el primer movimiento de cultura que cubrió el mapa completo de Europa. En la mayoría de las áreas estuvo en su apogeo en el período aproximado de 1800 a 1850.

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Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el Romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, así como a la vida y al ser humano mismo, es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla, e incluso dentro de una misma nación, se manifiestan distintas tendencias, proyectándose ello también en todas las artes.

Corrientes

Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra y Alemania hasta llegar a otros países. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el parnasianismo, el simbolismo, el decadentismo o el prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de posromanticismo, del cual derivó el llamado modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.

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Carácterísticas

El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:

  • La conciencia del Yo como entidad autónoma y, frente a la universalidad de la razón dieciochesca, dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.

  • La primacía del genio creador de un Universo propio, el poeta como demiurgo.

  • Valoración de lo diferente frente a lo común, lo que lleva una fuerte tendencia nacionalista.

  • El liberalismo frente al despotismo ilustrado.

  • La originalidad frente a la tradición clasicista y la adecuación a los cánones. Cada hombre debe mostrar lo que le hace único.

  • La creatividad frente a la imitación de lo antiguo hacia los dioses de Atenas.

  • La nostalgia de paraísos perdidos (de la infancia o de una nación).

  • La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.

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Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante.

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Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo xvii, de espíritu clásico y universalista, difundida por toda Europa mediante Napoleón. El Romanticismo también renovó y enriqueció el limitado lenguaje.

Temas

  • La constante de todo romántico era su propio individualismo. Se intentaba destacar lo que era diferente, lo único, lo individual. Por eso que el Romanticismo sirvió de apoyo a la idea de los nacionalismos, entendidos éstos como vuelta a las raíces comunes, a las tradiciones o las propias lenguas.

  • Era además una época de apertura y, por tanto, el Romanticismo debía luchar por la libertad: libertad de prensa, libertad de opinión, libertad política o creativa. Por eso, en sus primeros años hubo de enfrentarse a los rígidos corsés de la sociedad anterior.

  • La razón quedaba atrás y aparecían en las obras los sentimientos. Se buscaba con los cuadros, con las esculturas, con las obras en general, expresar, y que esos sentimientos expresados llegaran al espectador y le provocara nuevos sentimientos.

Por tanto, la armonía y la perfección utópica que se defendía en estilos anteriores quedaba atrás. El Romántico era más real. Buscaba cosas instántaneas, momentos acaecidos, naturalezas que mostraran su fuerza y poder.

  • Si pensamos en el Romanticismo, sin duda, los primeros artistas románticos que se nos vendrán a la cabeza serán músicos. Fue en la música donde mejor se expresaron todos estos cánones mencionados. El gran Beethoven fue el mejor representante del Romanticismo, como después lo fueron también Chopin, Schumann, Schubert, Liszt o Brahms. Dentro de este género, y como mejor ejemplo, de la fuerza del romanticismo, dejaría como nombre destacado el de Richard Wagner, cuyas óperas se han convertido en grandes nombres de este estilo..

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El papel de la mujer en esta época

En nuestra exposición lo enmarcamos entre 1790 y 1840. Un periodo que incluye la Revolución Francesa y el comienzo de la profesionalización de la ciencia pero en el cual, la situación de la mujer siguió siendo de inferioridad frente al hombre en todos los aspectos de la vida, incluido el del conocimiento. Sin embargo, como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, esta ancestral actitud no impidió que el ámbito cultural y, específicamente la ciencia, se viera enriquecida por las aportaciones de mujeres destacadas. Mujeres con coraje para enfrentarse a la sociedad que las rodeaba y cuyas mentes prodigiosas les permitieron entender por sí solas, aprender y luego, hacer ciencia.

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Entre finales del s. XVIII y principios del XIX, hay un buen número de ellas cuyo trabajo ha llegado hasta nosotros. Para esta exposición hemos elegido a cinco, de diferentes nacionalidades, diversos campos del conocimiento y con situaciones personales distintas.

En los dos primeros paneles tratamos la educación de las niñas y el acceso a las instituciones y centros del saber. El resto de paneles se dedican a:

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  • Madame de Staël (1766-1817), aristócrata y escritora suiza, crítica con la sociedad de su época y que tuvo una gran influencia en la vida cultural parisina.

  • Sophie Germain (1776-1831), matemática francesa cuya biografía es un claro ejemplo de la frustración sufrida por la mujer en el área de la ciencia.

  • Mary Somerville (1780-1872), científica escocesa que consiguió el reconocimiento de sus coetáneos, con una amplia obra traducida a varios idiomas y utilizada por generaciones de estudiantes.

  • Mary Shelley (1797-1851), escritora británica, autora de una de las novelas más universalmente conocidas: Frankenstein o el moderno Prometeo.

  • Ada Byron (1815-1852), aristócrata inglesa, primera mujer que trabajó en el mundo de la computación, siendo pion çera en la programación de ordenadores.

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